Posiblemente te dispongas a ir a la cama a sumergirte en tu propio mundo; meditar, relajarte… Hasta allí todo bien, pero ¿qué ocurriría si en lugar de sumergirte en tu propio mundo, te sumergieses en otros?
Quizás ya estés tumbado en tu cama, con la intención de escuchar la radio, como sueles hacer habitualmente. Posiblemente hayas tropezado con ese programa sobre misterio que tanto te cautiva; sin embargo, te muestras escéptico cuando te introducen en el mundo de los espíritus. ¿De verdad crees que todo es producto de nuestra imaginación? ¿Te atreverías a comprobar si eres tan escéptico como tú piensas?
Mira a tu alrededor. Supongo que te encuentras completamente a oscuras. ¡Ni se te ocurra encender la luz!, y si ya la tenías encendida… apágala. Vamos a comprobar hasta qué punto le eres fiel a tus creencias. Hagamos un trato. Si eres capaz de no sentir miedo durante todo el relato, podrás ser libre y seguir sin creer en fantasmas, pero, de lo contrario, si en algún momento sientes que se te eriza el vello, tu pulso se acelera y un escalofrío invade tu cuerpo hasta el punto de quedarte totalmente inmóvil, amigo, entonces estarás condenado a creer en fantasmas para toda la vida. Te perseguirán allá donde vayas y no volverás a pensar como antes. ¿Te apetece que juguemos?
Con la luz apagada, relájate y déjate llevar por mi voz, esta voz que atrapa tu mente. Estás tranquilo, relajado, sumergido en unos profundos pensamientos. La temperatura es agradable, ni frío, ni calor. Todo parece transcurrir con normalidad, ¡o eso crees!…
Mira hacia los pies de tu cama. Allí no hay nadie, pero… ¿no has sentido alguna vez la sensación de que alguien o algo te está observando fijamente con la intención de violentar tu tranquilidad? ¿Verdad que tienes el presentimiento de que algo está a punto de ocurrirte… y no precisamente agradable?
No apartes la vista de allí. Observa durante unos momentos esa parte de tu cama. Quizás comiences viendo sus pequeñas manos, que se van apoyando a tus pies, unas manos blancas, muy pálidas y huesudas que se agarran a la cama con la intención de incorporarse. Luego distingues lo que parece ser una cabellera negra… ¿Qué será?, o mejor dicho, ¿quién será?… Imagínate sus ojos completamente blancos que te examinan fijando su mirada amenazante en la tuya, consiguiendo que empieces a sentir verdadero pánico. ¡Sí!, ¡está sucediendo, no es tu imaginación! ni se trata de un sueño. La angustia y el terror se están apoderando de tu mente y no eres capaz de dominar la situación. Te preguntas qué está ocurriendo. No logras entender qué puede ser aquello; tu inquietud te lleva a volver a observar lo inexplicable.
Espera… ¿Dónde está? ¡Ya no lo tienes a los pies de tu cama!; aunque… sigues notando su presencia, ¿verdad?. Te has dado cuenta de que no estás solo. Pero ¿a dónde ha ido? Ni siquiera te atreves a mirar a tu alrededor. Sientes pánico. Quizás llegados a este punto del relato ya hayas perdido el juego. Pero sigamos jugando un poco más. Notas unas vibraciones en el colchón, como si algo se estuviese moviendo debajo de tu cama. Un ruido que proviene de allí abajo te alerta y sabes que hay algo escondido. Tienes la sensación de que de un momento a otro aquello saldrá de y se aparecerá ante ti.
Sin llegar a girar completamente tus ojos, sientes que alguien se encuentra a tu lado y te observa detenidamente, incluso puedes oír su respiración agitada; sin embargo no consigues verlo con total claridad.
Sientes que su presencia está muy cerca, el pánico vuelve a apoderarse de ti. Quiere tocarte la cara pero… ¡no vayas a cubrírtela! Deja que haga lo que quiera. Si no lo haces, tu desenlace puede ser aún peor.
Te sigue observando con rostro de desagrado. ¡No le gustas!, y se encuentra muy enfadado. Sientes que su mano está a punto de rozar tu cara. ¿Notas su frialdad? ¿Qué sientes? ¿Llegas a percibir el tacto de su mano? Lo tienes a tan sólo unos centímetros de ti, por lo visto, quiere llevarte con él y aunque no lo creas, estás a punto de formar parte de su intrigante y escalofriante mundo…
¡Tranquilo! Todo ha terminado. Tomémonos un descanso. Ya puedes encender la luz, si es que te atreves.
Posiblemente ahora estés pensando que a pesar de haberte dejado llevar por la sugestión, y haber pasado miedo, sigues sin creer en fantasmas. Los fantasmas sólo están en tu mente. Pero… yo ahora quiero mi parte del trato. Eso fue lo que acordamos. Has sentido miedo y ahora te perseguirán allá donde vayas. Estás condenado a creer en fantasmas. ¿O sigues sin creer en ellos? Entonces, ¿a quién pertenece esta voz, que durante todo el relato, ha dominado tu mente?
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