No quise hacerlo, pero me fue irresistible debido a tu belleza, Sepulturera…
Me encontraba vagando por una zona cercana a mi casa según yo tomando un atajo para volver más pronto ya que este nuevo horario me roba una hora de luz y la zona por donde vivo es algo solitaria.
No conociendo bien las calles debido a que siempre viajaba en bus quede de frente con el viejo cementerio al cuál es opción entrar para cruzar a la avenida principal ya que para no demolerlo le colocaron un paso elevado, pero tiene muchas escaleras y da pereza cruzar lo. Así que decidí pasar por dentro del cementerio.
Ya era bastante la obscuridad y el caminar por el medio de las lápidas hizo que un escalofrió terrible recorriera todo mi ser. A mis 18 años jamás había experimentado una experiencia sobrenatural y no estaba listo para vivir la aún.
Mientras me adentraba sentía que los antiguos caminos de concreto me llevaban a zonas más profundas del cementerio donde viejos huesos se asomaban de las criptas abandonadas hace más de un siglo como suplicando por alguien que los regresara a su eterno descanso bajo tierra.
Sin notar como me había extraviado, ya no podía ver el puente elevado ni nada que me indicara mi posición.
Sonidos extraños llamaron mi atención debido a que mi oído se agudizaba conforme la penumbra del lugar debilitaba mis ojos. Lo que vi me hizo latir el corazón muy fuertemente y desee no estar ahí. Varios espíritus cubiertos con negras capuchas me miraban fijamente mientras flotaban en dirección hacia mí. Corrí como un loco tratando de buscar la salida mientras estos seres velozmente me daban alcance, sentía el frío de sus cadavéricas manos acercándose a mi piel mientras uno de ellos me trataba de tomar del hombro.
-Déjenme en paz, yo no les he hecho nada!- Gritaba mientras corría con voz entrecortada debido a mi mala condición física.
Los entes no respondían a lo que les había dicho y algunos incluso se elevaban del piso haciendo gala de que no eran de este plano y que tenían un poder superior.
En mi veloz carrera por salvarme tropecé con una loza salida y caí abrupta mente sobre la tierra, a escasos centímetros de una cruz de hierro que me hubiera perforado la cabeza.
Los espíritus se acercaron y me tomaron de los brazos y de las piernas, sus manos eran heladas y me desgarraban la ropa.
Sentí como mordían mi pierna y mi brazo, forcejeando para arrancarme la carne de los huesos.
Gritaba lo más fuerte que me permitían mis pulmones mientras ese dolor se hacia más agudo.
Sentí que me iba a desfallecer por el dolor cuando vi un relámpago de plata que golpeo a la criatura que me mordía la pierna.
Era una chica hermosa, de cabello negro como la noche. Su cuerpo estaba cubierto por una túnica parda que le cubría hasta las rodillas, dejando ver un pantalón de mezclilla algo largo y unas botas como de obrero muy sucias de lodo y tierra. Ella tenia en la mano una pala brillante, sin mancha alguna con la que golpeo a ese espectro.
Los demás entes me dejaron libre al verla.
Bajo su mirada hasta mi e incrustó la pala en la tierra, acto seguido me tendió su mano para levantarme.
Me costo trabajo ponerme en pie por el daño que recibí de esos entes y quise mirar sus ojos, pero ella evadía mi mirada.
-Gracias por ayudarme y que eran esas cosas?-
Ella no me respondió.
Me llevo a través de los senderos del cementerio iluminando el camino con una lámpara de petróleo muy antigua. La tenue luz que emitía daba un aire pesado y macabro al cementerio.
Llegamos hasta una pequeña cabaña hecha de ladrillos que alguna vez fueron rojos. Abrió la puerta y me ayudo a sentarme en un sillón.
El lugar era bastante acogedor con una cama pequeña y bien limpia, una mesa con una sola silla y una chimenea sobre la cuál había una fotografía algo borrosa debido a que el vidrio que la protegía estaba sucio de polvo y hollín que escapaba por las fisuras de los ladrillos en la misma chimenea.
De una caja de madera bajo su cama saco un maletín que abrió frente a mis ojos y que me hizo recordar esa sensación de nerviosismo que se hace presente mientras esperas un tratamiento dental.
Había dentro una serie de instrumentos extraños que parecían de la época de la inquisición. Agujas de metal, navajas de cobre, sierras pequeñas, martillos con picas y una serie de objetos que no pude identificar.
Me miro a los ojos y me tranquilizo, sin decir una palabra me hizo confiar en ella. Aferre mis manos firmemente a los brazos del sillón mientras ella tomaba unas tijerillas de ese maletín y cortaba lo que había quedado de mi pantalón cerca de la herida provocada por las mordidas de ese espectro.
Usó una especie de cucharilla que introdujo en la herida y raspó la carne muerta que estaba en mi pierna, el dolor era insoportable pero me rehusé a gritar para aparentar fortaleza frente a ella.
-Eso que viste es un ser del más allá, un cuerpo animado por el alma de una persona que no encuentra el descanso eterno y que busca la carne de los vivos para sentir su calidez, alimentarse con su sangre y deleitarse con los gritos de dolor de quién la arranca. Tuviste suerte extraño, la mayoría de los que cruzan en la noche este cementerio no ven la luz del alba.-
Pasaron algunos minutos en los que ella se deshizo de la piel y musculo que habían dañado y que estaba impregnado con la tierra del cementerio. El dolor fue bastante fuerte, pero sentir sus tibias manos curándome me daba el alivio que necesitaba.
Del mismo maletín saco una jeringuilla de metal, llena de un líquido azuloso que emitía un brillo extraño.
-Son los extractos de unas hierbas que crecen dentro de este mismo cementerio, sirven para detener la infección que causa la mordida de estos seres y principalmente el contacto con la tierra del cementerio.-
Inyectó ese líquido en mi cuerpo y sentí cansancio. Mis ojos comenzaron a cerrarse mientras veía como ella cubría mi cuerpo con una manta blanca, misma que estaba en su cama…
Al despertar ella estaba ahí, temía en sueños que hubiera desaparecido sin dejar rastro.
Estaba frente al fuego de la chimenea, limpiando su pala con una pieza de lana.
Ella ya no estaba cubierta por la túnica y tenia puesta en su lugar una linda blusilla de color azul, con un corazón estampado en el medio, se veía tan hermosa que quise guardar esa imagen para siempre en mi mente.
-Ahora debes irte extraño, la luz del día te protegerá. Pero te advertiré que no quiero volver a verte en mi cementerio de no ser que estés muerto y vengas en un ataúd.-
Su advertencia me dolió un poco, sentí que era el momento de expresarle mi gratitud, pero mis sentimientos me llevaron a hacer algo de increíble estupidez.
Sabiendo que estaba aun herido me levante y fingí caer sobre ella, tratando de acercar mis labios para robarle un beso, pero cuando mi cuerpo cayó sobre el suyo escuché algo como un crujir de huesos.
Debajo de su blusa salió disparado un trozo de hueso, similar a una costilla y quedo cerca de mi brazo.
Lentamente dirigí mi vista hacia su rostro y vi en sus ojos una mirada de enojo, pero no de dolor.
Con un movimiento brusco me lanzó a un costado y se puso de pie, tomó su costilla y dándome la espalda levantó levemente su blusilla a la altura de medio pecho, dejándome ver parte de su espalda abierta y dentro de ella pude ver sus huesos, como si estuviera hueca. Metió su mano por esa ruptura acomodando en su lugar la costilla.
-Vete extraño, no quiero verte nunca más-
Cuando termino de decir esas palabras su cuerpo se convirtió en polvo delante de mis ojos dejando solo sus ropas en el piso.
Bastante alterado por lo que vi decidí que era momento de irme, no sin antes acercarme y tomar en mis manos esa blusilla. La acerque a mi rostro y pude sentir un aroma muy delicado a flores de lavanda.
Ella estaba muerta, quizá era un cuerpo animado por un alma que no encuentra el descanso eterno, pero no era como ellos.
Decidí llevarme esa prenda como memoria de que ella me salvo y recordarla cuando estuviera lejos del cementerio.
Salí de la cabaña y la luz del sol me deslumbró por unos instantes.
Ya con la luz del día camine lastimosamente hacia la salida.
Estando cerca pisé por error una tumba y la tierra bajo mis pies sucumbió ante mi peso.
-Aun cuando te ayude te atreves a hurtar lo que en vida me perteneció? Todos los vivos son iguales, se sienten con derecho sobre lo que no les pertenece- Dijo ella con una mirada de odio que contrastaba con su bello rostro
Quise decir algo a mi favor cuando ella lanzó un fuerte golpe con su pala sobre mi cabeza, todo se me nubló y desperté aquí.
Ahora estoy encerrado en este ataúd y he dejado mis uñas arrancadas en la tapa de tanto que me he esforzado por salir y siento que el aire se me acaba.
-Perdóname bella sepulturera, déjame salir de este ataúd!-
He gritado varias veces pero siento que no me perdonara…
Me siento mareado, me falta el aire… y todo se vuelve borroso…
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