Cuenta la leyenda que una mujer que regresaba del trabajo en un autobús a altas horas de la madrugada se quedó petrificada al ver como dos hombres ayudaban a subir a un mujer que parecía inconsciente. Aunque en realidad…
Un autobús de servicio nocturno hacía su
ronda por el centro de la capital, aunque en fin de semana solía ir
lleno de jóvenes que regresaban de fiesta, entre semana el transporte no llevaba a mas de tres o cuatro personas en cada viaje.
Sandra era una de esas trabajadoras noctámbulas que terminaban su jornada laboral al amanecer, pero hoy había tenido suerte y se pudo escapar un par de horas antes de la empresa donde trabajaba como teleoperadora. Mientras subía al autobús iba pensando que con un poco de suerte
podría dormir del tirón y levantarse a una hora “normal”, como el resto
de sus conocidos, para pasear por el parque a la luz del sol. Como
echaba de menos hacer vida diurna, pero por desgracia su trabajo por la
noche era agotador y en más de una ocasión los jefes les obligaban a
hacer unas horas extras, que por supuesto no se reflejaban en su sueldo.
El conductor de la ruta ya era un
habitual, pero la verdad es que Sandra no era muy dada a hablar con
desconocidos por lo que al “picar” su billete
intercambio una sonrisa con él y continuó avanzando. Sentada en la
parte central del autobús, luchaba contra el sueño mientras trataba de
mantenerse despierta, no quería pasarse de su parada y acabar en la otra
punta de la ciudad. Como casi siempre el transporte estaba casi vacío,
sólo un chico con aspecto de universitario escuchando música con su ipod
mientras ojeaba cientos de hojas de apuntes.
Sandra miraba aburrida por la ventana cuando sintió que el autobús se detuvo a recoger otros pasajeros.
Dos hombres subieron colgando de sus hombros a un mujer que parecía
inconsciente, muy probablemente se hubiera pasado con la copas y sus
amigos la estuvieran llevando a casa, era el pan nuestro de cada día
durante el fin de semana pero un martes era más extraño ver un
espectáculo como aquel.Los hombres avanzaron de lado por el pasillo mientras la mujer parecía envolver con sus brazos el cuellos de sus acompañantes, sin duda estaba totalmente inconsciente porque arrastraban sus pies por el suelo con cada paso que daban hasta el fondo del autobús. Una vez allí se sentaron en la última fila uno a cada lado de la mujer. Su aspecto desaliñado y el pelo cubriendo su cara impedían ver si se encontraba bien. Pero Sandra que no tenía mucho más que hacer lanzaba miradas furtivas a los extraños compañeros de viaje.
Los tres se mantenían en silencio y los hombres parecían un tanto agitados, probablemente por tener que cargar a cuestas a la mujer, que francamente tenía unos kilitos de más, cuando descubrieron que Sandra les miraba continuamente le lanzaron una mirada tan fría e intimidatoria, y se dijeron algo el uno al otro que no alcanzó a escuchar. De inmediato bajó la cabeza y asustada no se atrevió a mirar de nuevo hacia atrás.
Pero pasados unos minutos su curiosidad pudo a su miedo y se acordó que tenía un set de maquillaje en el bolso, sacó un pequeño espejito y empezó a buscar el ángulo para mirar que hacía el trío sin ser descubierta. Los hombres estaban distraídos mirando por las ventanillas como intentando descubrir donde estaban o buscando algún lugar. La mujer que ya no estaba rodeando con los brazos los cuellos de sus acompañantes y se había recostado en el asiento, parecía que se había despertado y miraba hacia ella. Sandra aprovechó que los hombres no podían verla para girarse a mirar a la mujer.
Casi se cae al suelo del susto cuando vio la cara de la mujer con la boca totalmente abierta y los ojos como platos mientras la miraba, nuevamente agachó la cabeza y se giró al frente. El aspecto de la mujer la había dejado impactada, la miraba como con ojos de terror y tan fija y fríamente que parecía una muñeca. Sin poder evitarlo miraba por el espejo qué sucedía una y otra vez, pero la mujer no dejaba de mirarla, inmóvil.
Mientras se giraba nuevamente a ver que sucedía sintió una mano en el hombro que casi la mata del susto, era el chico del ipod que se había levantado mientras ella estaba distraída. Con una cara de miedo que Sandra nunca podrá olvidar la miró y la susurró al oído.
“Bájate conmigo en esta parada y por lo que más quieras no mires a la gente que está sentada detrás”
Sandra sintió algo en su tono de voz que no le hizo dudar que el chico estaba muerto de miedo y debía obedecerle. Ambos bajaron en la siguiente parada, con la cabeza agachada y sin mirar a los extraños personajes que se habían sentado en la otra punta del autobús.
El autobús continuó su viaje y cuando sintieron que ya se había alejado lo suficiente el chico se giró hacia Sandra y le dijo:
“Esa mujer estaba muerta, esos locos la llevaban como si estuviera
borracha o desmayada pero estaba muerta, estoy estudiando medicina y te
puedo asegurar que presentaba claros indicios de rigor mortis. Estaba
totalmente rígida y tenía la cara y las manos moradas. Esos psicópatas
la llevaban paseando por la ciudad como si tal cosa. Tenemos que llamar a
la policía”
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