Una pareja recoge un perro chiguagua de la calle mientras están de vacaciones. Sin saber el peligro que suponía meter al animal en su casa sin un análisis veterinario…
Sara y Antonio disfrutaban de su luna de
miel en México, se habían casado apresuradamente porque ella se quedó
embarazada, pero no por ello se querían menos que el resto de recién casados.
Llevaban años hablando de la boda y el próximo nacimiento no hizo mas
que acelerar un enlace que ellos deseaban desde hacía tiempo.
Su viaje estaba resultando de lo más
placentero, México les cautivaba, ambos caminaban durante horas por las
playas de Cancún hasta que el sol caía, no habían visto un paraíso
igual.
Una tarde mientras caminaban por la
playa decidieron alejarse un poco de la zona turística, a unos cientos
de metros encontraron lo que parecía un vertedero. Una zona sucia con un
olor nauseabundo y un riachuelo cubierto casi totalmente por espuma.
Entre la basura vieron un pequeño cuerpo moverse, un perrito chiguagua
que parecía muy enfermo, tenía los ojos rojos, probablemente por alguna
infección, estaba muy delgado y apenas podía moverse. La pareja que era
amante de los animales no pudo quedarse indiferente, recogieron al animal y lo llevaron al hotel.
No les quedaba mucho tiempo de vacaciones y sabían que las normas del hotel eran muy estrictas con respecto a los animales
así que no pudieron llamar a un veterinario. Sin embargo el amor y
atenciones que dedicaron al perrito parecía tener sus frutos, lo
alimentaron, limpiaron y al día siguiente parecía haber mejorado mucho,
pues ya podía caminar y abrir los ojitos.
Enamorados del dulce animal decidieron que no podían abandonarlo de nuevo a su suerte, mientras hacían la maleta para regresar
a España hablaban de lo bien que se llevaría con su gato Baltasar.
Metieron al perrito en un bolso y se dirigieron al aeropuerto.
Como Sara estaba embarazada no tuvo que
pasar por los filtros de seguridad por lo cual pudo pasar fácilmente al
perrito escondido en su bolso, el animal aún estaba tan débil que no
podía ladrar por lo que sería fácil llevarlo sin que nadie se diera
cuenta.
Una vez llegaron a su casa, su gato
comenzó a comportarse de una manera extraña, tenía un comportamiento muy
agresivo con el chiguagua, como si estuviera asustado. Pensaron que
serían celos y que pronto serían amigos.
Pasados unos meses nadie podría
reconocer al chiguagua, el pequeño animal que parecía un esqueleto
cuando lo encontraron había ganado peso y una poderosa musculatura, ya
pesaba casi 8 kilos, un peso desde luego inusual para un perrito de sus
características. El gato estaba muerto de miedo y no bajaba de los
muebles para nada.
El chiguagua se había convertido en el rey de la casa.
Por otra parte Sara había tenido una
niñita preciosa, debido a la preocupación de las últimas semanas de
embarazo y la alegría del nacimiento la pareja casi ni se había
percatado del comportamiento de sus mascotas.
Hasta que un día Baltasar desapareció,
el gato alguna vez había realizado alguna escapadita en busca de gatitas
en celo pero era la primera vez que no regresaba en varios días.
Antonio puso varios carteles por el barrio con la foto del gato pero no dieron sus frutos, el gato se había ido.
Pasado un tiempo todo parecía haber
vuelto a la normalidad, su bebé con dos meses estaba cada día más guapa.
Su perrito ya pesaba 10 kilos y tenían un cuerpo rechoncho pero muy
fuerte, era una verdadera máquina de comer que nunca parecía saciarse.
Una tarde la comida del perro se acabó,
por lo que Antonio tuvo que salir a comprar mas mientras Sara cuidaba de
su hija. La madre aprovechando que el bebé se acaba de dormir se metió a
la ducha. Mientras se enjabonaba escuchó el corto llanto de su hija,
pero a los pocos segundo se calló de nuevo.
Cuando Sara salio de la ducha su niña
había desaparecido, no estaba en la cuna donde la había dejado. Como
loca se puso a buscar por toda la habitación, debajo de la cama, en los
armarios… nada, ¡ La niña había desaparecido!.
Antonio que llegaba en ese momento
encontró a su mujer gritando y llorando de desesperación, juntos
revisaron hasta el último rincón de la casa, hasta que se dieron cuenta
de que su perro tenía las patas llenas de barro y sangre en el hocico.
Temiéndose lo peor salieron a su pequeño
jardín donde encontraron oculto detrás de un seto un agujero en la
tierra, como una madriguera. Aterrorizados por lo que pudieran encontrar
cavaron con sus manos. Bajo tierra encontraron el cadáver de su hija
parcialmente devorada y los restos de lo que parecía su gato
desaparecido.
Antonio encolerizado fue en busca del perro y con un bate de béisbol le golpeó varias veces matándolo en el acto.
La policía llegó pocos minutos después y desconcertados por el caso llamaron a la perrera municipal
para que se llevaran al animal, debían comprobar si tenía rabia y
podría haber contagiado a sus dueños u otros perros del vecindario.
El veterinario al llegar al lugar de los hechos dejó a todo el mundo estupefacto.
“Esto no es un perro, es una rata enorme”
Al parecer la rata había crecido junto a
un riachuelo contaminado por lo que había perdido el pelo, su increíble
tamaño también podría deberse a una mutación, motivo por el cual había
crecido con un cuerpo deformado que se podría asemejar al de un perro.
0 comentarios:
Publicar un comentario